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sábado, 13 de junio de 2015

TODOS TENEMOS TEMOR Y ANSIEDAD


                                        LA SOLUCION ES "CONFIAR"

El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida; ¿quién podrá amedrentarme?” Salmo 27:1 (NVI)
Temor

Cuando era chico, me costaba dormir a la noche. Me daba miedo la oscuridad. Así que mi papá dejaba prendida la luz del pasillo al que daba la puerta del dormitorio, para que entrara algo de luz a la noche. No me acuerdo haberme dormido sin esa luz prendida que me tranquilizaba, ni tampoco haberme levantado a la mañana y que siguiera prendida. No me importaba que luego se apagara, pero verla hasta que me dormía calmaba mi ansiedad.

Hoy no me hace falta, pero se escucha cada vez con más habitualidad que muchos toman alguna pastilla para dormir, o para relajarse. Hoy nadie se asusta o se sonroja por decir que necesita una ayuda para dormir. Es muy habitual. Y cambiamos la luz del pasillo por otras herramientas. Pero el fin siempre es el mismo: calmar la ansiedad.

¿Cómo había David para obtener el mismo resultado cuando no tenía ni luz eléctrica ni pastillas de la farmacia para relajarse? Me encanta ver la simpleza de la respuesta para un tema tan complejo. Esto es la Gracia de Dios que simplifica nuestras complicaciones. La cultura poética de aquellos tiempos tenía esta particularidad. Se repetía el mismo concepto en dos líneas. Era una manera de remarcar el concepto.
Al leer este verso, vemos como David refuerza su idea al duplicar la frase. En las dos dice lo mismo. Su ansiedad y su temor son calmados por una sola razón: Dios. Dios es su luz y su salvación. Dios es su baluarte, su castillo y su bandera. No importaba las circunstancias por las que tenía que atravesar, ni la dificultad de los problemas que tenía que enfrentar. David no temía, porque confiaba en Dios.

¿Se puede confiar cuando las cosas no salen bien, cuando estás frustrado por los fracasos, cuando son todas pálidas y ninguna buena, cuando hace rato que no sonreís, ni cantás, cuando te sentís derrotado y sin fuerzas? Se puede. David es un claro ejemplo de esto. Compará todos tus problemas con las dificultades de David, y seguramente vas a reconocer que él sufrió mucho más que vos.

La única diferencia entre vos y él es que David elegía confiar en Dios, porque lo conocía, lo amaba y lo respetaba.

REFLEXIÓN – ¿Tenés temor o ansiedad? ¡Confiá!
Un gran abrazo y bendiciones

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